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miércoles, 4 de febrero de 2009

Tilcara, Jujuy -Argentina-

El carnaval se acerca al noroeste argentino y las callecitas endiabladas de Tilcara se visten de fiesta. Y si, en épocas de carnaval más que nunca es cuando sus rincones caen en manos de los “diablitos” que son desenterrados en el medio de una fiesta entre bailes, canto y alcohol ¡mucho, mucho alcohol! El pueblito parece no tener respiro, todo el verano desde el “enero tilcareño” hasta el cierre del carnaval se ve una infinidad de viajantes, de gente de otros lados, de alegría, de color y de música folklórica. El carnavalito es infaltable, al igual que una guitarreada o el santo vinito que acompaña los momentos de felicidad. Las calles de tierra que llevan hasta el Pucará (una vieja fortaleza quechua) son el lugar elegido para la marcha de los diablitos que, llevando consigo espejitos pegados al cuerpo, mascaras, colores, alcohol y otras diabluras se pasean por el pueblo. Detrás de los diablos se ve una cantidad impresionante de gente que va cantando una canción del carnaval, “el caprichoso”. ¡Que voy a hacer, yo soy así, por caprichoso no tengo amor!, dicen mientras los acompañan las trompetas y los bombos. Obviamente como todo buen carnaval tampoco falta la espuma, el agua y la harina que convierte momentáneamente el espectáculo en una guerra entre los hombres y las mujeres. Pasan los días del verano, pasan y pasan hasta que llega el momento de que todo esto se acabe, naturalmente como todo, nace y muere. Pero su entierro no logra llevar el espíritu carnavalero que acompaña a la gente. Es por eso que el próximo año regresará.

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