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viernes, 30 de octubre de 2009
viernes, 6 de febrero de 2009
Puerto Montt y Calbuco -Chile-
Fue la primera vez que toqué las aguas del pacífico, para mi era una mezcla rara ver bosques, montañas como las de Bariloche o San Martín de los Andes, pero con mar. Un mar azul y hermoso como pocos, a veces un poco embravecido por el viento, otras veces tan tranquilo y sereno (como su nombre lo indica). A Puerto Montt llegué en Enero del 2009, tuve unas buenas horas de viaje desde Santiago hasta la última ciudad continental de Chile, yo creo que fueron casi 11 horas. Ya entrando en la ciudad note la calma y la serenidad del lugar, de su gente. Muchos de estos hombres trabajan en el mar, ya sea en la industria pesquera, en los transbordadores que llevan a Chiloe y otras islas del sur, o en la cría de salmones para el comercio. En las afueras de la ciudad se encuentran pequeños parajes como Huelmo, Punta Capacho, y demás lugarejos perdidos entre los bosques. ¡Que lugar más maravilloso por favor!, esa semana que me quedé en una pequeña cabaña de Huelmo fue muy especial porque el lugar parecía sacado de un cuento de hadas. Las casitas con techo a dos aguas, el humo que salía todas las noches por las chimeneas, el sonido del viento que pasaba de vez en cuando, todo, todo te traía miles de sensaciones a tu mente. En Puerto Montt aproveché a comer almejas y mejillones que yo mismo saqué de la playa (las porquerías esas tiraban un chorrito de agua y yo con mi estilo jumanji iba corriendo a sacarlas). Ese mismo día aproveché a pasar nadando a una pequeña islita que está muy cerca de la playa, la verdad me asombro ver tanta vida marina, tantos caracoles, almejas, pescados, aves, todo tenía su lugar armónico ahí. Incluso se veía a lo lejos las jaulas para los salmones que los comerciantes del puerto tenían (un dato extra es que de esas mismas jaulas se habían escapado hacia unos días atrás cientos y cientos de salmones que los pescadores trataban de recapturar, por fortuna muchos de ellos escaparon, otros los agarraban los campesinos que vivían a orillas del mar y dos terminaron en mi barriga). También pude recorrer otra ciudad cercana a Puerto Montt, una ciudad más pequeña pero también muy hermosa especialmente su arquitectura (todas las casitas eran muy parecidas unas con otras y tenían un estilo ingles, algo muy común en la patagonia chilena), los colores vivaces con los que pintaban las casas (la capillita era de un color amarillo intenso). Este lugar se llamaba Calbuco, y al igual que Puerto Montt, tenía una buena cantidad de visitantes que se maravillaban mientras la recorrían. Cerca del Puerto de la ciudad se ve una construcción muy parecida a una antigua fortaleza del siglo XVIII. Es ahí donde me quedé unas buenas y largas horas viendo ese paisaje maravilloso, a lo lejos se veían dos volcanes, nevados e imponentes que se erguían frente a mi. Pasaron los días y casi con nostalgia me fui despidiendo de todo esto, tenía que volver para Santiago, pero antes de irme aproveche para mojarme los pies en el mar y sentir ese frío que me llenó el alma por unos días.
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